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Negación: surge como mecanismo de defensa que impide la toma de conciencia de la muerte.
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Ira: aparece entre otros motivos por la sensación de vacío y soledad. Esta rabia o ira puede estar focalizada hacia la sociedad, hacia uno mismo, hacia el resto de familiares o incluso hacia el fallecido.
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Culpa: una de las emociones más intensas y más difíciles de elaborar en el proceso de duelo porque va a estar presente prácticamente a lo largo de toda la vida. Pertenecen a esta fase pensamientos como “Si me hubiera enterado antes”, “Si le hubiera tratado mejor”, “Si no le hubiera gritado”.
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Tristeza-Depresión: al ir asimilando el dolor y la pérdida, nos comenzamos a plantear un futuro que da miedo por la falta del ser querido.
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Aceptación: Resignación ante la realidad de seguir viviendo sin la persona querida. Aceptar que mi vida ha cambiado para siempre es como aprender a vivir sin una pierna, es posible pero requiere un esfuerzo de adaptación Es el momento de tomar decisiones acerca de cómo será la vida a partir de ahora.