Ante la pérdida de un ser querido experimentamos una reacción emocional a la que sigue un proceso llamado duelo. Se trata de un proceso desgarrador pero que cumple un papel adaptativo. A pesar de que tenga una función, no podemos obviar que es una de las experiencias más estresantes que hemos de afrontar y está asociada, entre otros, a importantes problemas de salud como depresión, ansiedad, abuso de fármacos y alcohol, problemas cardíacos o ideación suicida. De ahí la necesidad de crear recursos que ayuden a afrontar las distintas etapas del duelo. Kübler-Ross las resume en las siguientes fases: Negación, Ira, Culpa, Tristeza y Aceptación.
Negación: Primera de las etapas del proceso de duelo, puede durar desde unas horas hasta un tiempo ilimitado. La negación surge como una respuesta inconsciente del ser humano, a modo de mecanismo de defensa que impide la toma de conciencia de la pérdida. Durante esta fase el superviviente no toma conciencia de las consecuencias del accidente o sigue buscando a la persona fallecida. Esto puede dar lugar a pseudoalucinaciones en las que se tiene la sensación de no haber sufrido secuelas o se cree percibir al fallecido.
Ira: Aparece por la sensación de vacío que queda tras el fallecimiento o la pérdida. La sensación de falta de apoyo y soledad genera rabia o ira hacia uno mismo, hacia los otros o hacia nuestras propias creencias. Una de las preguntas más habituales en esta fase es: «¿Por qué a mí?».
Culpa: Esta etapa suele ser la más difícil de elaborar en el proceso de duelo. La sombra de la culpa puede estar presente mucho tiempo después del fallecimiento. En ella, la persona superviviente comienza a buscar posibles culpables a lo que le ha sucedido, para acabar autoculpabilizándose mediante pensamientos recurrentes como “si hubiera cogido el tren anterior”, “Teníamos que haber ido a otro médico”,” Si no le hubiera gritado”.
Tristeza-Depresión: En esta etapa el doliente empieza a tomar conciencia de la pérdida e intenta recordar como era su vida antes de la pérdida, utilizando fotos, recuerdos u objetos que le faciliten sensaciones de nostalgia que poco a poco comienza a perder. Al ir asimilando el dolor y la pérdida comienza a plantearse el futuro y esto le genera miedo debido, sobre todo, a la sensación de vacío generada por la pérdida de capacidades o la falta del ser querido. En esta fase del duelo la pregunta más frecuente
quizá sea: «¿Y ahora qué hago yo?».
Aceptación: Es la última etapa del proceso. Llega el momento de aceptar la muerte o pérdida y de tratar de rehacer la vida. En esta etapa comenzamos a desprendernos de objetos y de recuerdos de la persona difunta. El doliente se resigna ante la realidad de seguir viviendo. Es el momento de tomar decisiones sobre cómo será a partir de ahora la vida y de resolver aquellos asuntos pendientes.
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