Nuestro organismo reacciona ante la pérdida de un ser querido ofreciendo distintas sensaciones:
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Fisiológicas: producen una fuerte sensación de malestar y se materializan en taquicardias, sudoración, nudo en el estómago…
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Cognitivas: pensamientos que inundan nuestro cerebro de forma automática y se relacionan con la negatividad y la baja autoestima. “¿Por qué me ha pasado esto a mí?”, “No valgo para nada”…
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Motoras: son respuestas de ansiedad que se realizan para controlar la situación y que hacen que, aparentemente, todo vuelva a la normalidad. Entre ellas se encuentran fumar y/o beber en exceso, morderse las uñas sin medida, comer compulsivamente, dar vueltas en la cama buscando la postura adecuada… Pueden llegar a desarrollar problemas mayores.
Respuestas más frecuentes:
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Alteraciones del sueño
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Sentimientos de culpabilidad
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Sentimientos contradictorios
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Abstraerse en imágenes y recuerdos
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Idealizar a la persona perdida
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Miedo al futuro: “Y ahora, ¿qué hago yo?”
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Sensación de vacío
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Depresión
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Sentimientos de ira y celos
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Sensación de falta de comprensión y ayuda.